Dicen que la confianza es lo más difícil de conseguir y lo más fácil de perder, aun así toda relación (y no solo la terapéutica) depende de este factor, ¿permitirías a un cirujano operarte si no le tuvieras confianza aunque de ello dependiera tu vida?¿Dejarías tus ahorros en un banco al que no le tienes confianza?¿pondrías a tus hijos en manos de un cuidador o una cuidadora en la que no confías?¿Dejarías que el destino de tu país dependa de políticos en los que no confías?…, como decía, no solo la relación terapéutica depende de la confianza. Es un fundamento de la clínica.
Curiosamente la Real Academia Española en su definición de confianza hace alusión a la esperanza, la seguridad y la familiaridad, este último aspecto ha resultado ser para mí una encuentro inesperado en la preparación de este trabajo, pero del todo pertinente. También se da a entender que la confianza está ligada a una acción, o más bien, a un hacer, ¿no es este el hacer de todo Acompañamiento Terapéutico?.
La confianza, la encontramos como efecto de la Tele concepto Moreniano, que puede resumirse como mutua aceptación durante un encuentro, concepto que incluye a la misma Transferencia, incluso Moreno dirá que la transferencia es el pathos de la tele. En el libro “Bases de la Psicoterapia”, Jacobo Levy Moreno, creador del psicodrama, discute con psicoanalistas de la talla de Franz Alexander o Akherman, que no todo es transferencia, hay elementos Tele que corresponden a factores de la realidad de los personajes que se encuentran, cuestiones como la soberbia, la humildad o la generosidad, que podemos decir que corresponden a la personalidad del terapeuta, más allá de la fantasía que luego envolverá la relación con el nombre de transferencia. De estos factores, también depende la confianza.
Y si es cierto que es tan importante la confianza ¿por qué las escuelas psicológicas o psicoanalíticas dejan esta cuestión en manos de la providencia o de las habilidades supuestas de los futuros terapeutas?, ¿qué es lo que vuelve una relación confiable?. Quizás una respuesta sea la frase que un profesor que siempre decía: “el análisis personal no te quita la imbecilidad, sino que te ayuda al menos a ser un mejor imbécil”.
Pero seguirme en este razonamiento, si la confianza es la base de toda relación terapéutica, ya que no puede llevarse a cabo ningún tratamiento en desconfianza, es por lo tanto, previa a toda técnica (sea esta psicoanalítica, conductual, sistémica, humanista, etc.), por lo tanto, si el Acompañar se basa en el establecimiento de una relación de confianza y su mantenimiento, ¿no podría decirse que el acompañamiento terapéutico es la base de toda clínica?, ¿no justificaría esto que el Acompañamiento Terapéutico o al menos sus deontología, por decirlo de alguna manera, formara parte del currículo de todo terapeuta?…
Es verdad que la tecnocracia tiene sus tejes y manejes, por ejemplo derivar la confianza desde el terapeuta a su técnica, no es el terapeuta el que merece la confianza, es su metodología. Se trata de que el terapeuta sea un médium entrenado en no interrumpir el feliz desarrollo de la metodología. Ésta estrategia estructuralista, que pone el sujeto al servicio de la técnica, a costa de su arte, pienso que es incompatible con el Acompañamiento Terapéutico, que es una clínica que trascurre de persona a persona.
A esta altura conviene saber que ya no se trata de preguntarse en los espacios académicos si el acompañamiento terapéutico es una clínica, porque toda clínica ya es acompañamiento, se trata más bien de circunscribir qué tipo de clínica es el Acompañamiento Terapéutico.
Pienso que si un tratamiento quiere basarse en la aceptación y no en la obediencia, debe introducir las pautas del acompañamiento:
- Creación, ocupación y sostén de un territorio compartido, que llamamos vínculo.
- Un enfoque no directivo.
- Legitimación del otro como diferencia, respeto por la subjetividad y sus tiempos.
- Reconocimiento de la necesidad de límites que circunscriban la relación, dando un encuadre claro, en cuanto a la definición de la tarea, de los fines y en el contrato, de forma que propicien una buena alianza terapéutica.
- Reconocimiento la propia insuficiencia como profesional que dé lugar a la necesidad de un equipo que lo complemente.
- La inclusión de la función de la Supervisión como soporte y sujeción frente a las vicisitudes del acompañamiento.
Mediante la confianza queremos obtener una relación que sujete una técnica y no al revés, pero que a su vez este sujetada de una política y una ética, a éstas últimas las denomino Política de la Amistad y Ética de la Amistad, ya que dan cuenta del tipo de relación en que se inscribe esta práctica, una práctica que no niega el afecto, ni el defecto del afecto.