Vínculo y Apego. De Pichón-Rivière a Bowlby

Enrique Pichón Rivière y John Bowlby son los principales referentes de la denominada «Teoría del Vínculo», quizás se los recuerde más al primero por ser el creador de la Psicología Social en Latinoamérica y al segundo por su Teoría del Apego. Aquí os traigo una presentación de sus respectivas definiciones y algunas implicancias para la psicoterapia relacional.

El vínculo, del latín vínculum, derivado de vencere, significa atar, lazo, ligadura, algo que une una cosa a otra. Si bien el concepto llegaría a ser mundialmente reconocido gracias la Teoría del Apego, desarrollada por John Volví en 1979, ya en 1956 Enrique Pichón-Rivière proponía una teoría de las relaciones interpersonales, que dio a llamar Psiquiatría del Vínculo, integrando elementos del psicoanálisis, la psicología experimental o de la conducta y la psicología social.

Este autor considerará la necesidad de dar un salto del análisis intrapsíquico al psicosocial, estableciendo que todo vínculo es siempre vínculo social, que integra lo psíquico, lo corporal, lo grupal y lo institucional de una forma operativa, visible, controlable y por lo tanto investigable con los métodos de la Psicología

Enrique Pichón Rivière

Social. Esto constituye una verdadera revolución conceptual, dado que, desde un punto de vista dialéctico, integra elementos de teorías muy distintas, que se integran en el estudio dialéctico del individuo, del grupo y de la institución o sociedad.

Pichón Rivière define el vínculo como una estructura dinámica y plural, dinámica en tanto que siempre está en movimiento y transformación; y plural en dos sentidos: por un lado no existe un tipo de vínculo para una única

persona, su presentación siempre es mixta e integra diferentes tipos de vínculo al mismo tiempo, y en segundo lugar, cada vínculo está compuesto a su vez por un vínculo interno o relación de objeto (donde los objetos internos son pensamientos, afectos, fantasías, etc.) y un vínculo externo o conductual (asociado a comportamientos, relaciones sociales, grupales, familiares, institucionales, roles sociales, etc.) observables.

En síntesis, el vínculo es “una relación particular con un objeto; de esta relación particular resulta una conducta que tiende a repetirse automáticamente, tanto en la relación interna como en la relación externa con el objeto” (Pichón Rivière, 1985).

Para la psicoterapia relacional, la noción de vínculo constituye un elemento fundacional de su práctica, ya que constituye su territorio. El acompañante terapéutico se distingue de otros enfoques por ubicar al vínculo en el centro de su intervención, priorizando este objetivo sobre cualquier otro.

Desde esta perspectiva, la enfermedad es lo primero que afecta es el vínculo. Partiendo de la base de que no hay un único tipo de vínculo, sino que siempre se presentan de forma mixta (incluyendo un vínculo normal con varios patológicos), podemos considerar un vínculo normal: aquel que establece una relación diferenciada entre sujeto y objeto, con una cierta autonomía, y que a nivel externo establece una clara comunicación entre ambos, construyendo una estructura flexible y adaptativa, que se deje transformar dialécticamente por los cambios del entorno dando lugar a un aprendizaje continuo.

John Bowlby

Veamos ahora algunos vínculos patológicos propuestos por el autor:

El vínculo paranoico se caracteriza por la reivindicación que el sujeto experimenta con lo demás. El vínculo depresivo se caracteriza por estar permanentemente teñido de culpa y expiación, en tanto que el vínculo obsesivo se relaciona con el control y el orden. El vínculo hipocondríaco es el que es sujeto establece con los otros a través de su cuerpo, la salud y la queja. El vínculo histérico es el de la representación siendo su característica principal la plasticidad y la dramaticidad. Detrás de la representación se expresa una fantasía actuando por debajo (Pichón Rivière, 1985).

Si bien Bowlby coincide con Pichón-Rivière en considerar al vínculo como una condición fundamental para la supervivencia y el desarrollo humano, son mayores las diferencias, desde mi punto de vista. Las dos principales son

  1. En primer lugar, Pichón-Rivière considera el vínculo en sí mismo, como su objeto de estudio, una estructura compleja que constituye la “unidad básica” de todas las relaciones interpersonales, estudia sus principios generales y su funcionamiento. Bowlby en cambio trabaja sobre un tipo específico de vínculo, el apego, al que define como un tipo de vinculación afectiva intensa, duradera, de carácter singular, que se desarrolla y consolida entre dos personas, por medio de su interacción recíproca, y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda y mantenimiento de proximidad en momentos de amenaza ya que esto proporciona seguridad, consuelo y protección. (Bowlby, 1985).
  2. En segundo Pichón-Rivière lo que busca es un objeto de estudio aprehensible por las ciencias sociales, que cree un esquema referencial que sea manejable operacionalmente con el fin de explicar el comportamiento humano normal y patológico de una forma abarcativa, operativa y dialéctica, y que evite caer en las antinomias clásicas, en esquemas rígidos y dogmatismos. Bowlby en cambio se interesa por un exhaustivo estudio del apego, su importancia, su producción, sus características y sus consecuencias para el desarrollo del niño y los posteriores efectos en los adultos.

En un tratamiento es tan importante el vínculo como el apego, este último muy trabajado en el campo del acompañamiento a niños y ancianos. Es tan importante determinar la cualidad de los vínculos en juego en un acompañamiento (vínculo positivo, negativo, paternal, maternal, fraterno, filiar, etc.) como su intensidad (en los casos de enamoramiento, desafío, agresividad, etc.), de manera que se pueda determinar las posibilidades que brinda la relación entre el paciente y el equipo tratante. Debemos recordar que todas las investigaciones en cuanto a metodología y técnica se refiere, destacan que la herramienta fundamental de cambio el vínculo que se establece entre paciente y terapeuta, esta debe ser en toda medida: positiva y de confianza, lo cual no quiere decir que este fuera de conflictos, por el contrario, la relación terapéutica tiene que ser positiva y de confianza, precisamente para albergar y contener los conflictos, ya que es el territorio donde pueden resolverse.

Además del vínculo individual, actúan sobre la relación terapéutica, los vínculos que establece el sujeto con las instituciones y algo mas abstracto con ideas o creencias (libertad, inmigración, psiquiatría, etc.). Habrá ocasiones en las que convenga potenciar un vínculo uniforme entre paciente y  equipo o vinculo institucional, mientras que en otros será necesario trabajar sobre un vínculo distribuido entre cada uno de los miembros intervinientes en el tratamiento, en este caso habrá que estudiar en su conjunto las relaciones que el paciente establece y consignar los distintos tipos de conducta que manifiesta con cada uno de los miembros del equipo, con el fin de obtener un cuadro clínico global.

Por ejemplo, en caso de enamoramiento o la aparición de ideas paranoides en torno al un terapeuta, no conviene retirarlo del equipo sin antes analizar su función en el conjunto de la intervención del equipo. Muchas veces ese terapeuta, que sin duda le toca el trabajo más difícil, tiene una función de chivo expiatorio que permite que las demás relaciones con el paciente se desarrollen. En este sentido un vínculo negativo no necesariamente es perjudicial para es acompañamiento.

Por lo tanto, es habitual y esperable, que a algún terapeuta le toque este tipo vínculos negativos (perseguidores, amenazantes, autoritarios) y a otros vínculos positivos (filiares, fraternos, amorosos). Es conveniente tener en cuenta que los elegidos por esta especie de casting inconsciente son generalmente personas que tienen características facilitadoras para este tipo de identificaciones, con lo cual no son intercambiables, es tarea del terapeuta sostener el papel que le ha tocado.

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