La relación entre estupidez y vanidad se ha descrito como el efecto Dunning-Kruger, según el cual las personas con escaso nivel intelectual y cultural tienden sistemáticamente a pensar que saben más de lo que saben y a considerarse más inteligentes de lo que son. El fenómeno fue rigurosamente estudiado por Justin Krugger y David Dunning, psicólogos de la Universidad de Cornell en Nueva York, y publicado en 1999 en “The Journal of Personality and Social Psychology”. Se basa en los siguientes principios:
1º. Los individuos incompetentes tienden a sobreestimar sus propias habilidades; y
2º. Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer las verdaderas habilidades en los demás.
Antes de estos estudios sospechábamos que la mayoría tendemos a valorarnos a nosotros mismos por encima de la media, cosa que, lógicamente, es estadísticamente imposible, pero Krugger y Dunning lo demostraron fielmente en un experimento consistente en medir las habilidades intelectuales y sociales de una serie de estudiantes y pedirles una auto-evaluación posterior. Los resultados fueron sorprendentes y reveladores: Los más brillantes estimaban que estaban por debajo de la media; los mediocres se consideraban por encima de la media, y los menos dotados y más inútiles estaban convencidos de estar entre los mejores.
Estas observaciones, además de curiosas me parecen preocupantes, pues según ellas los más incompetentes no sólo tienden a llegar a conclusiones erróneas y tomar decisiones desafortunadas, sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello..
Jesús J. de la Gándara Martín
Jefe de Redacción de la Revista Cuadernos de Medicina Psicosomática
Niveles de Análisis para la Intervención Socio Comunitaria
10 Tips metodológicos para acompañantes terapéuticos/as
1- No se puede ser amigo del acompañado pero tampoco no se puede no serlo.
2- Lo que diferencia el acompañamiento terapéutico del acompañamiento normal es el setting o encuadre terapéutico, éste tiene una parte manifiesta (el contrato) y otra tácita (las reglas internas relacionales que se van actualizando y complejizando en la medida que avanza la relación).
3- El vínculo es, entre otras cosas, una pauta, un patrón en movimiento. Identifica su funcionamiento y cuál es tu rol en el mismo.
4- El objetivo del rol acompañante es siempre brindar seguridad en la relación al acompañado, pero siempre hay más demandas en juego. Recoge las diferentes demandas (usuario, familia, instituciones) para consensuarlas con tu equipo e integrarlas en la intervención, la continuidad del tratamiento depende de la transacción con cada una de las partes interesadas.
5- Vincular es hacer grupo. El vínculo es una construcción conjunta y co-actual, por lo que todo suceso dentro del acompañamiento es consecuencia en gran medida de esta producción grupal.
6- Todos los encuentros requieren de un primer momento de caldeamiento y acomodación mutua (acompañante/acompañado) para que el vínculo sea más flexible y espontáneo.
7- Acompañamos a una persona y a su entorno, conviene crear recursos metodológicos para registrar, analizar e intervenir sobre este entorno, sea este familiar o institucional.
8- Todo AT implica una función clínica y una función social, a la que se corresponden intervenciones terapéuticas y comunitarias.
9- No hay Acompañamiento Terapéutico sino Acompañamiento/s Terapéutico/s. El aumento de la inserción de AT en diferentes ámbitos de intervención ha llevado a qué no haya un solo modo de hacer AT, reflexiona y refuerza metodológicamente la modalidad de AT que haces tú.
10- Confía en tu espontaneidad trabajada, forjada a base de experiencia, formación, debates con colegas, supervisión y si has tenido la oportunidad, entrenamiento de la espontaneidad mediante dinámicas de grupo.
Extra: El acompañado no es «el otro», «el otro» eres Tú.
¿Reconoces las descalificaciones familiares?
La poeta Gloria Fuertes nos regala una escena autobiográfica que es un ejemplo de descalificación familiar, uno de los tipos de maltrato psicológico relacional (junto con el rechazo, la desvalorización y la desconfirmación).
«Gloria escribe su primer cuento»
Un día, mientras comía con su familia, Gloria decidió que de mayor quería ser escritora. Acababa de cumplir nueve años. Ese día tocaba comer judías con patatas.
-Mamá, quiero ser escritora-dijo Gloria.
-Calla, anda, calla-dijo su mamá-. Tonterías las justas. A sus hermanas les dio la risa.
-¿Cómo vas a escribir si eres tonta del bote?-dijo su hermana la mayor.
Su papá solía defenderla en esos casos, pero ese día estaba en el trabajo.
-No sabes ni atarte los zapatos-dijo su otra hermana-. Y siempre lo estás perdiendo todo.
-El tiempo sobre todo. Eso es lo que más pierdes -dijo su mamá.
Su hermana la mayor le dio una colleja. Gloria miró una patata grande que estaba en el plato y se imaginó que ella era esa patata y no tenía oídos para escuchar todas las cosas malas que le decían.
Después de comer se encerró en su cuarto, apoyó una silla bajo el pomo de la puerta para que nadie entrara y empezó a escribir un cuento en unas hojas sueltas. «Tengo que ser escritora, si no escribo se me van a quedar todas las historias dentro y me voy a poner mala», pensó Gloria.
El cuento que tenía en la cabeza se titulaba «Tranquilón el camaleón» y trataba sobre un cama león que no quería salir de la cama porque no sopor taba a su familia. Su mamá llamó a la puerta y le ordenó que abriera, pero Gloria respondió que no podía, que estaba ocupada.
-Esta niña está loca-murmuró su mamá des de el pasillo.
Cuando terminó de escribir el cuento, Gloria cosió las hojas con hilo y les dio forma de librito. Dibujó en la portada a Tranquilón el camaleón tocando la harmónica y salió del cuarto a toda prisa. Necesitaba encontrar a su público. Empezó a llamar a las puertas de los apartamentos en los que sabía que vivían niños y se puso a reclutarlos. Reunió en torno a la escalera a cinco niñas, tres niños y un pato de juguete y se sentó en los escalones carcomidos para leerles el cuento. Empezó a leer. Las niñas la miraban alucinadas, un par tenían la boca abierta. Gloria ya no quería ser patata, prefería ser poeta.
A pocos metros, sus hermanas la espiaban des de una puerta entreabierta. En la cara se les notaba la envidia.
En «El libro de Gloria Fuertes para niñas y niños»
Tres maneras de huir del peligro ¿cuál es la tuya?
Cuando estamos ante una situación de peligro (real o percibido) se activa nuestro sistema de alerta, hay una relación entre la activación biológica innata y el grado en que simbolización que intercede entre la activación y el acto, que va desde huir desde la parálisis, el huir despavorido y las formas más complejas, ir a por todas y huir hacia adelante o la retirada estratégica que responde al principio: soldado que huye sirve para otra guerra. Te propongo que encuentres cual es la tuya: Leer más
¿Cuándo el maltrato hace trauma en el niño?
Los padres y las madres saben muy bien la dificultad que representa la llegada de los hijos, todo se trastoca y deben adaptarse rápidamente para enfrentar un gran desafío quizás el más grande de sus vidas, pero seguramente el más importante desde el punto de vista de los hijos.
También es fácil reconocer que a veces estamos cansados, hemos tenido problemas en el trabajo o con nuestra pareja y tenemos con nuestro hijo un mal tono, un grito, incluso un golpe. Lo habitual después de esto es que frente al llanto sobreviene la culpa y el reconocimiento de lo excesivo de la reacción. A partir de esto aprendemos e intentamos no volver a tratar así a nuestro hijo.
A veces la culpa es tan grande que nos abruma y nos lleva incluso a consultar a un especialista: “el otro día pegue a mi niño, me siento mal, quiero saber que me paso porque no quiero que me vuelva a suceder”. Este es un buen pedido de consulta, quizás traumatizante para el padre en tanto ha contactado con sus propias escenas infantiles, pero desde luego no lo es para el niño.
¿Por qué? Leer más
¿Que es el empoderamiento?
«En el contexto de salud mental, la palabra empoderamiento se refiere al grado de elección, influencia y control que los usuarios de los servicios de salud mental pueden ejercer en los acontecimientos que se producen en sus vidas. La llave que abre las puertas del empoderamiento es la eliminación de los impedimentos formales e informales, así como la transformación de las relaciones de poder entre individuos, comunidades, servicios y gobiernos. El poder es crucial cuando se habla de empoderamiento y un elemento importante de las estrategias de empoderamiento es: (…) desafiar el control y la injusticia social mediante procedimientos políticos, sociales y psicológicos, que dejen al descubierto los mecanismos de control, barreras institucionales y estructurales, normas culturales y prejuicios sociales, con la finalidad de capacitar a las personas a que afronten la opresión internalizada…
Está demostrado que la falta de influencia y control puede conducir a resultados negativos para la salud.
Por el contrario la habilidad para ejercer control e influencia, puede actuar como un factor protector en situaciones de riesgo de enfermedad, incluso existiendo un nivel de estrés elevado. La impotencia se ha revelado como un factor de riesgo clave en la etiología de la enfermedad, y hay pruebas en diferentes campos que sugieren que empoderar no es sólo un conjunto de valores, sino que también produce resultados positivos, como son: aumento del bienestar emocional, independencia, motivación para participar, y mayores estrategias efectivas para sobrellevar la enfermedad” (OMS, 2010).
Citado en el libro «Acompañamiento Terapéutico en España», 2012.
Espontaneidad versus ansiedad
Algo que me gusta mucho del concepto de espontaneidad es que no hay “espontaneidad interna”… efectivamente, lo espontáneo es algo que ocurre entre al menos dos personas. Sucede en el sujeto que se atreve a exponerse sin miedo al qué dirán, lo hace libre, esto es en concordancia entre lo que siente y lo que hace y en sintonía con el otro. Esto define quien eres en esta relación (porque nadie es fuera de una relación, el Ser es relacional).
Otra cosa que me gusta de la espontaneidad es que solo puede valorársela por su adecuación, tanto si se trata de una situación nueva como conocida. La espontaneidad se ve en el encuentro. Si hay espontaneidad hay encaje, hay vibra, hay resonancias y simpatía. O quizás puede haber un poco de encaje, un poco de vibra y un poco de resonancia y simpatía, porque otra cosa que tiene el concepto es que es gradual. Puede haber más o menos espontaneidad. El punto mínimo de la espontaneidad es la ansiedad, la rigidez en el encuentro, te darás cuenta de ello si tu escena interna, tus pensamientos acerca de lo que sucederá, dominan el encuentro, no te dejan Estar-ahí, están todo el tiempo anticipando. El máximo de espontaneidad ya lo dije, es la vibra, el encuentro, la simpatía. Nacemos con un máximo de espontaneidad y la vamos perdiendo en la medida que nos vamos acomodando al orden social.
¿Cuánta espontaneidad tienes tú?
No es necesario irse a las Maldivas para sentir la libertad, aunque no es un mal plan. Basta con trabajar tu espontaneidad, desarrollarla, la espontaneidad es la premisa para sentirse libre, para sentirte que finalmente puedes ser tu misma o tú mismo con otros, pero recuerda la clave es CON OTROS, ¿puedes ser tú-con-otros?. Porque ser tú mismo o ser tu misma en una isla desierta no tiene mucha gracia, ¿no?
¿Sufren las personas o sufren las relaciones?
Te propongo una reflexión para pensar la psicopatología, te sugiero darle una vuelta a esto:
«No se trata de saber qué enfermedad tiene la persona, sino más bien, de conocer qué persona tiene la enfermedad».
¿Pero se puede ir más allá? Podemos pensar qué modalidad vincular nos propone la persona, para qué, qué tipo de vínculos predominan, qué efectos produce.
¿Sabemos identificar modalidades vinculares?, ¿Sabemos ACTUAR en las diferentes escenas que nos propone?
Frente al sufrimiento, el vínculo pierde flexibilidad y espontaneidad y puede ser tan rígido y defensivo como un delirio. El delirio es la mejor expresión del modelo vincular predominante. El vínculo es el puente que se nos tiende para poder acompañar al otro, éste puede ser un puente sólido de hierro o un puente movedizo de cuerdas que bailan sobre el abismo.
¿Te atreves a cruzarlo?
¿De qué manera cuidamos cuando nos cuidamos?
Seguramente habrás escuchado que para cuidar bien hay que cuidarse a una misma pero, ¿cómo funciona esto?. Curiosamente la respuesta a esta pregunta nos la da una palabrita que suele usarse mucho para mejorar nuestras relaciones con los demás: la empatía.
La empatía suele entenderse como «ponerse en los zapatos del otros», una traducción del inglés de «put yourself in their shoes», aunque yo prefiero nuestra bonita frase «ponerse en la piel del otro». No se que opináis vosotros pero piel me suena mejor que zapato, a la hora de intentar percibir que es lo que sucede en la persona que tenemos en frente.
Pero hay otra forma de verlo. Elisabeth Youn-Bruehl hace la siguiente propuesta: «la forma común, incluso podríamos decir a modo de cliché de describir la empatía «como ponerse en lugar del otro» me parece erróneo (…). Empatizar implica mas bien poner a otra persona en ti mismo, llegando a ser el hábitat de otra persona». Repito: «poner a otra persona en ti mismo».
Empatía entonces tiene menos que ver con nuestra habilidad de imaginarnos lo que le pasa a la otra persona que con nuestra capacidad de ser hospitalarios y acoger al otro en nosotros mismos, en nuestra casa. Ser buenos anfitriones, aceptar al otro sin condiciones, sin borrar las diferencias, aceptando aquello que nos hace ruido y quizás nos molesta.
Entonces, empatía es un ejercicio de tolerancia, pero también de nuestra capacidad para identificar lo que nos sucede cuando nos encontramos con el otro y que hacemos con ello. Debemos acostumbrar nuestras emociones a la convivencia con esa otra persona que hemos invitado a casa. En un mundo donde cada vez somo menos tolerantes con los demás… ¿Esto quiere decir que la empatía es antisistema? Desde luego que, al menos, va en contra de valores como el individualismo y el sálvese quien pueda.
Tolerar es el ejercicio mas difícil, sin el cual no hay empatía posible, «ser el habitat de la otra persona», ¿pero que hábitat somo para el otro?. Es importante respetar nuestras diferencias, nuestras limitación, en fin, tolerarnos sin machacarnos para poder ser un lugar para el otro ventilado y luminoso. Es necesario conocer nuestros miedos para animarnos a dejar nuestras ventanas y puertas abiertas, como se hacia en los pueblos de antaño.
Es por lo tanto necesario cuidarnos y conocernos para poder brindar un lugar limpio y confortable a quienes vienen (invitados o no) a convivir con nosotros.
Si la empatía es dar un lugar al otro en mí, entonces:
Despliego mis alas
para que el otro en mí,
también tenga la posibilidad
de desplegar las suyas.